De todas maneras, no es que sea fácil olvidarte. Sobretodo porque las canciones en la radio siguen hablando de ti y de mí. Siempre lo han hecho, como recordarás, sólo que ahora tú y yo dejamos de estar en el coro para perdernos en las estrofas del final.
Y créeme, han muerto muchas letras desde que decidí escribirte esto. Nacen una a una con rapidez y, sin pensarlo dos veces, las manos creadoras las destruyen. Estarás de acuerdo conmigo en que es mejor eso que arrugar decenas de hojas y lanzarlas todas sobre el hombro. Suerte que en esta época el desamor no contamina el ambiente.
Así que, aquí estoy, pensando en cómo terminar algo que aún no empieza. Esta es la única manera que conseguí para decir adiós, aunque nunca sepas de su existencia.
Mi almohada ya ni me presta atención, no sé qué se ha creído. Creo que está molesta desde que tiene compañera, pues toda mi vida había dormido con ella hasta que sentí la necesidad de llenar el espacio vacío en mi cama con más que amores de una noche. En todo caso, el algodón nunca me ha dado respuestas.
Me parece que es una bonita costumbre de las parejas enviarse mensajes o llamarse al despertar, si están lejos. O besarle los ojos cerrados al otro, si está cerca. Lo único malo es cuando sólo queda eso, la costumbre. Si lo vemos con detenimiento, el amor es un hábito al que muchos le temen, varios lo tienen y pocos lo quieren dejar. Tú, por ejemplo, ya no estás.
Creo que nunca te dije que era adicto a tu sonrisa, a tu voz, al olor de tu cabello, a tu largo cabello, al color de tu piel, a tus ojos, a tu acento, a tu estatura perfecta, a tus besos pausados, a tu sabor. A tu sentido del humor, tu inteligencia, tus arranques de celos, tus gustos, tus disgustos, tus logros, tus anhelos… A ver, sí, por supuesto que te lo dije.
Que te haya sacado de mi mundo no quiere decir que te guarde rencor, tampoco que no. El tamaño del rencor es directamente proporcional al alcance de la memoria. Mientras menos sepa yo de ti y tú de mí, mejor. Así ninguno actúa de manera estúpida para tratar de molestar al otro. Así desconozco si alguien más te hace feliz.
A veces hasta las mejores canciones son mal interpretadas. Algo así fue lo que nos pasó. Porque pasó, y ya nada puede hacerse al respecto. Probablemente nunca debimos dejar de ser mejores amigos para convertirnos en amantes. Probablemente nunca debiste aceptar cuando te pregunté si te podía besar.
Daniel Faraday insistía en que entre dos realidades alternas debía existir una constante. Alguien a quien atarse que estuviese en ambas líneas de tiempo. Alguien muy importante. La única excepción.
Sigo creyendo que tú eres mi constante.
Pero no prometo esperar o años para volver a escuchar tu voz.
So…